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La normalidad de la diversidad. Un ejemplo de porqué es necesario repensar y plantear una educación basada en los procesos.

       
  Gracia Maria Pau Peñalva


El día a día en la escuela como docentes, no solo comporta la planificación, el seguimiento y la evaluación del proceso educativo del alumnado, sino que también es importante mantener una buena comunicación con el resto de compañeros y compañeras del equipo docente con quienes compartimos no solo un espacio de trabajo o un mismo horario, sino también una tarea y un determinado proyecto educativo en común.
Sin embargo, aunque está claro que cómo se suele decir cada “maestrillo tiene su librillo”, de vez en cuando surgen temas en los que nuestras ideas, pensamientos, opiniones y experiencias como docentes pueden llegar a ser casi opuestas. En una de estas ocasiones, surgió un debate que me pareció bastante interesante y que creo que está bien mantener tanto entre el personal de un mismo equipo docente, ya que nos permite situar nuestra actuaciones individuales dentro de un marco de intervención colectivo que al fin y al cabo responde a la realidad del proceso educativo; como con el resto de docentes como colectivo en general; ya que como en todo en esta vida siempre existen los benefactores y los detractores de ambas caras de una misma moneda y más teniendo en cuenta que se trata de un colectivo cuyas ideas adquieren bastante peso en y para la materia en la cual trabajamos: la educación.
El debate se inició con la exposición de un caso particular de un alumno con distintas dificultades en el aprendizaje, en el cual (y cómo casi siempre) causas y consecuencias se entremezclan de forma casi indisoluble en un contexto como es el del centro escolar donde nos situamos en un entorno rural en el cual la mayoría del alumnado procede de familias de nivel socio-económico bajo, con características peculiares de diversa índole. Sin embargo, la cuestión del caso se originó con las medidas a tomar respecto a este alumno diagnosticado para que de ese modo pudiera atender a los estándares de normalidad que se aplican habitualmente en la escuela. Aquí es donde se iniciaron diversas intervenciones tanto de un bando de docentes que cargados de prejuicios evidenciaron la necesidad de atender al alumnado con unas características similares, para poder establecer parámetros y criterios iguales para todos, evidenciando que su creencia responde a la adaptación del alumnado a la escuela. Sin embargo, ¿acaso no es cierto que el marco legal vigente ampara una escuela compensadora de las desigualdades en la cual se procura una adaptación de la escuela a la diversidad del alumnado, tan presente en la propia sociedad en la que vivimos? ¿Y por qué a pesar de ser parte de nuestro marco legal educativo nunca llegamos a convencernos ni a saber cómo afrontar dicha realidad?
Un ejemplo que evidencia la imposibilidad de repensar el sistema dentro del propio sistema fueron los comentarios surgidos después que la especialista sugiriera entre otras pautas la posibilidad de facilitar distintas herramientas o recursos mediante el uso de las TIC que fomenten la atención y la inclusión de este tipo de alumnado, atendiendo a sus características y necesidades personales. Ante lo cual las respuestas que surgieron derivaron en la siguiente cuestión:
-          “¿Cómo podemos ofrecer ayudas a unos, mientras les decimos a otros que se esfuercen?” Y el ejemplo concreto, fue cómo dejamos que un alumno use la calculadora en un examen de matemáticas para evaluar si sabe realizar las operaciones pertinentes.
Y ahí fue dónde surgió el quid de la cuestión, si evaluamos y medimos las capacidades o competencias en base a unos estándares por mucho que se trate de argumentar se evalúan y priman los resultados. Mientras que si replanteamos la situación educativa y nos enfocamos hacia los procesos podremos abrir las puertas a que cada uno aplique sus conocimientos, desarrolle sus capacidades y muestre sus habilidades en interacción con otros, de tal forma que la educación en sí misma no se desligue de la vida en sí misma, del aprender haciendo, del aprender con otros y del aprender de un mundo y una realidad global que nos rodea.
Así pues, surgieron estos y otros muchos senderos por recorrer, porque justamente aún están por construir e incluso por imaginar o pensar por algunos docentes actualmente. Y es que está claro que es complicado y dificilísimo, sin embargo estamos muy acostumbrados y anclados aun a un sistema educativo que pretende caminar en una misma dirección arrastrando un lastre muy pesado como son los exámenes, pruebas selectivas e indicadores y medidores de aprendizaje.
¿No creéis que la verdadera razón de no poder explicarle a un alumno que puedes facilitar determinadas herramientas a unos u otros en función de sus capacidades reside en medir y evaluar estas capacidades bajo un mismo rasero?
Sí, constantemente hablamos de personalizar la educación, de ofrecer una atención individualizada, pero porqué cuando nos referimos a esto entendemos que eso solo es posible con uno o dos alumnos , incluso tres en el mejor de los casos dependiendo de la ratio ¿A caso no tenemos cada uno/a nuestras propias necesidades, intereses, capacidades, gustos y características para que se nos juzgue tal y como somos entendiendo nuestra propia individualidad dentro de un marco social de diversidad? ¿Qué ocurre, que solo no creemos estas palabras a medias? Esto es lo que perciben los alumnos. Lo que no son capaces de entender es por qué no todos  reciben atención individual y personal que se merecen y que requieren dentro de un sistema que trata de establecer un camino hacia la inclusión de la diversidad sin ofrecer vías reales para tratarla y trabajarla.
Los programas y métodos para la enseñanza-aprendizaje se hacen pensando en un alumno prototipo porque la escuela es una institución tradicionalmente homogeneizadora y como toda tradición cuesta cambiar dicha costumbre, pues, resulta mucho más cómodo pensar y organizar el currículo en base a un solo alumno “estándar” que no tener que hacer tantas adaptaciones como niños haya en el aula, cuesta menos trabajo y es mucho más fácil buscar las necesidades de los alumnos en base a un modelo perfecto (pues es creado por la misma institución) que entender que ninguna persona es igual a otra y por tanto, nadie se corresponde en su totalidad a ese prototipo.
En cambio, entendemos (o nos hacen entender) que si no se hiciera así la escuela tendría que cambiar toda su concepción de la educación y llegar a entender la diversidad del alumnado y todo lo que esto conlleva, cambiar la metodología, la forma de organizar el currículo, entender y hacer ver a los alumnos también que todos y cada uno de ellos son diferentes pero no por ello son mejores o peores, y la educación por tanto debería basarse en que cada uno se desarrollara al máximo según sus posibilidades y no en alcanzar unos ítems prefijados para todos por igual. Como podemos ver esta segunda opción conlleva mucho más trabajo, y resulta más difícil de llevar a cabo porque no solo es la escuela como institución la que influye en perpetuar el modelo sino que la sociedad también ejerce presión por mantener la creencia de que esto ha sido así y no hay porque cambiarlo.

Y aquí es donde os sugiero una cuestión que me rondaba todo el rato, con todo esto creéis que ¿debemos promulgar que la escuela sea un reflejo de la sociedad, o más bien al contrario la sociedad pueda llegar a ser un reflejo de la escuela para la que educamos? Porque entonces el cambio sustancial se implica desde dentro y con pensamientos e ideas que nos lleven a la inacción por comodidad no podremos obtener ningún cambio en la sociedad.

Mi respuesta es que creo que la sociedad debe ser un reflejo de la escuela que han tenido sus ciudadanos. Y ésta es la razón por la cual pensamos que podemos mejorar la sociedad mejorando la escuela. Porque si la escuela fuera un espejo de la sociedad, nunca podría servir para hacer una sociedad más buena, más justa y más culta.
Si la misión de la escuela debe consistir en mejorar la sociedad mejorando a los ciudadanos, hay que concebir la escuela como un lugar donde no se valoren las modas y los comportamientos que en nuestra sociedad actual gozan de gran popularidad: fama, glamour, dinero fácil... todo con total absoluta ausencia del esfuerzo y capacidad personales. Se han de inculcar, no los valores que se dan de hecho en la sociedad, sino los que tendría que darse.
En definitiva; la escuela debe convertirle en la firme transmisora de los valores humanos de siempre, de esos principios humanos que han sido probados como socialmente eficaces, sin perder de vista los que las nuevas tendencias pudiera ofertar como alternativa, para elegir de ellos los buenos y desechar los nocivos; de lo contrario, a la escuela no le quedaría otro que el triste papel que el de ser la retaguardia de la sociedad.
Por otro lado, la escuela compensadora de las desigualdades es una propuesta diferente a la anteriormente descrita, que nace de la necesidad de atender a todos los alumnos en sus características particulares -raza, edad, sexo, capacidades, limitaciones -, con el fin de garantizar el derecho a la educación que tienen todos los individuos de una sociedad. Como correlato de esta "comprensividad" se presenta la "diversidad", lo cual quiere decir que si en la escuela se permite la participación de toda la población sin excepciones, se hace primordial arbitrar los mecanismos metodológicos, estratégicos y organizativos necesarios para que todos los alumnos puedan ser atendidos de acuerdo a sus características individuales. Algunas razones que los justifican:
- Razones sociales: la diversidad se justifica porque es un hecho incontestable, una realidad social ineludible. Y lo es, hasta tal punto que lo "normal" es precisamente la heterogeneidad, la diferencia, y nunca lo contrario. En cualquier sociedad hay rasgos comunes pero nunca existirán dos personas iguales.
- Razones éticas: amparadas bajo el derecho a la igualdad de oportunidades. Si las necesidades educativas que parten de situaciones de desventaja no son atendidas debidamente, aumentarán todavía más.
Como he señalado anteriormente, la concepción que los docentes tenemos de la escuela parte de una escuela homogeneizadora en la que tratamos de integrar muy a menudo una escuela compensadora, sin tener en cuenta que son dos propuestas educativas que apuntan a realidades muy diferentes. Por un lado la escuela homogeneizadora implica poner a disposición de aquellos alumnos/as con necesidades educativas especiales aquellas condiciones, servicios y recursos educativos que precisan para adaptarse a las condiciones llamémosle “normales”, que en todo centro educativo se dan, con lo que podríamos decir que es el alumno/a el que debe acomodarse al sistema educativo, aunque se le preste la ayuda que necesite para seguir el proceso de enseñanza aprendizaje. Sin embargo la escuela compensadora implica una propuesta mucho más abierta y flexible; que nos incluye a todos y a todas, no solamente el alumnado con necesidades educativas especiales. Con ello me refiero a que todo alumno/a tiene unas determinadas características, intereses, ritmos de aprendizaje, contextos sociales, familiares, etc.; totalmente diferentes que los hace únicos e irrepetibles y es en este sentido donde tiene que actuar el sistema educativo adaptándose a las peculiaridades de cada uno de ellos/as con el fin de que alcancen unas competencias mínimas y comunes para todos/as.
¿Así pues que opináis vosotros y vosotras de todo esto? Por qué en estas reflexiones previas reside la mayoría de veces la verdadera tarea docente de implicarse y generar el cambio o la transformación educativa que necesita la sociedad actual.

Comentarios

  1. En cuanto al inicio del debate, simplemente mencionar las palabras de Gimeno: “La diversidad algunas veces habrá que considerarla, otras habrá que corregirla y en muchos casos debería estimularse”. Todos sabemos que la diversidad es el conjunto de diferencias que presenta el alumnado ante los aprendizajes escolares, diferencias en cuanto a aptitudes, intereses, motivaciones, capacidades, ritmos de maduración, estilos de aprendizaje, experiencias, conocimientos previos, entornos sociales y culturales, etc. Estos aspectos conforman tipologías y perfiles en el alumnado totalmente diferentes que, por supuesto, deben determinar en gran medida nuestra planificación y acción educativa.
    En cuanto al otro aspecto mencionado, cuando todos seamos conscientes de la verdadera importancia de la educación, de la labor de los docentes y de los padres y madres, quizá entonces consigamos que la sociedad sea realmente el reflejo de la escuela y se acaben así múltiples problemas sociales como es el caso de la violencia de género, entre otros muchos.

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