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La educación, el arma más valiosa para construir el futuro.

Begoña Sánchez Martínez

Todos o casi todos nos podemos sentir identificados con la educación estandarizada, ya que seguramente la hemos vivido en algún momento de nuestras vidas, y los que no, he de decir que son muy afortunados. Personalmente, lo he vivido por desgracia con casi todos mis profesores y profesoras desde que tengo uso de razón, a excepción (y menos mal) de algunos.

Nos inculcan desde pequeños que el educador es el que sabe,  el único que tiene conocimientos. Éste es por tanto, el que nos transmite conocimientos, depositándolos en nuestra mente como en un recipiente. Por tanto, el “que sabe” enseña al ignorante, al “que no sabe”.
 Así, recuerdo que casi todo lo que aprendí fue por mera memorización y repetición mecánica de los contenidos. De hecho, pienso que cuanto más nos dejemos llenar de contenidos, mejores educandos seremos. Y así fue. 
De este modo se nos etiqueta por medio de calificaciones. Cuanto más se memorice para los exámenes, mayor nota obtendremos, y por tanto, conseguiremos premios por ello y si ocurre lo contrario, se nos castiga. ¡Cuántos premios “no merecidos” obtuve! ¡¡Y al revés!!
Lo único que interesaba eran nuestros resultados. No se tenía en cuenta si habíamos aprendido algo, interiorizado conocimientos, si lo que habíamos memorizado nos sería útil o incluso, si al día siguiente (y con suerte) nos acordaríamos de algo.

Así, los resultados en este tipo de educación son evidentes. Al tratarse de un proceso unidireccional  vemos que el alumnado está habituado a la pasividad, acatamiento a la autoridad e individualidad. No se invita a la reflexión, crítica, creatividad, participación o diálogo.  Así, las consecuencias para el educando son muy negativas, hasta tal punto que se puede volver inseguro ya que pierde su autoestima y siente que no sabe, no vale. Y sobre todo a la hora de enfrentarse a la realidad, al mundo fuera de la escuela.
Y eso, es muy injusto y doloroso. Ahora más que nunca me doy cuenta.

Ante todo ello, me resulta personalmente imposible la pasividad. Creo que es posible, por tanto, luchar por una educación surgida desde otra perspectiva, otra mentalidad. Una educación basada en otro sistema de evaluación donde se reduzca a un mínimo el trabajo individual de los estudiantes y se deje de lado el aprendizaje memorístico, utilizado sólo para poder aprobar los exámenes y nada más. De hecho, lo que tan solo les queda a los alumnos de todo ello es una nota, una etiqueta y muchos efectos negativos de ello a corto y largo plazo.
No se puede seguir confundiendo el acto de aprender con el de superar exámenes y memorizar las lecciones del libro. Estos son parte de la pedagogía de la represión y conformidad, por lo que considero firmemente que es hora de luchar juntos para cambiarla.


Muy relacionado con todo esto, me gustaría dar la importancia que merece el tipo de educación que pone el énfasis en el proceso, y es donde deberíamos centrar todas las miradas.
En este tipo de educación destaca la importancia del proceso de transformación de la persona y las comunidades. Es una educación totalmente opuesta a la descrita anteriormente; abierta, bidireccional, comunitaria, a través de la experiencia compartida y de la participación e interrelación con los demás, en la que no hay tanta preocupación por los contenidos sino del desarrollo de las capacidades intelectuales y de la conciencia social de las personas. El eje aquí no es el profesor, sino el grupo educando. Es el modelo pedagógico que Pablo Freire, su principal inspirador, llama «educación liberadora» o «transformadora».

El cambio fundamental aquí consiste en el paso a un hombre crítico, que tome sus decisiones  cada vez con mayor libertad y autonomía. Aquí se trata de ver a la educación como un proceso permanente, en que el sujeto va descubriendo, elaborando, reflexionando… en definitiva, haciendo suyo el conocimiento y aplicándolo a su realidad, mientras que el educador abandona su posición de superioridad para pasar a ser su guía y compañero de aprendizaje. Se aprende de verdad lo que se vive y no lo que simplemente se lee y se escucha. Es una educación de ensayo y error, y que además, no se castiga por el error, al revés, se aprende por medio de él.
De esta forma, el resultado es una educación que consigue objetivos ideales sin pasar por el condicionamiento de la conducta u otro tipo de métodos menos deseables. Gracias al énfasis en el proceso se consigue fomentar el pensamiento crítico y ésta es la base de la denominada pedagogía crítica,  que propone una enseñanza  en la que los alumnos cuestionen y desafíen la opresión.  Todo ello desemboca en una mayor autonomía del educando, que debe saber tomar sus propias decisiones y “aprenda a aprender”.


La pedagogía crítica, por tanto, rechaza a los estudiantes como recipientes vacíos que simplemente absorben conocimiento muerto, esto es, la llamada pedagogía de la represión.
La pedagogía crítica surge como una pedagogía de la esperanza ya que escucha a los estudiantes, les da voz y un papel importante en su propio proceso de aprendizaje.
Así, es inevitable hablar del profesor creativo, innovador, que busca nuevos métodos, nuevas soluciones superando las prácticas pedagógicas tradicionales y todo lo que ello conlleva.
Cuando se oye hablar de un ambiente innovador de aprendizaje lo primero que se nos viene a la cabeza es la utilización de las TIC en las aulas. Evidentemente, es un término que está muy relacionado  pero es cierto que no debemos centrarnos solo en esa idea ya que es necesario abrir nuestra mente hacia una perspectiva más amplia en la que el alumno promueva su autoaprendizaje y el desarrollo de su pensamiento crítico y creativo mediante el trabajo en equipo y si fuese necesario, con el uso y manejo de las nuevas tecnologías.

 He de decir que tuve suerte. Recuerdo una profesora de música del conservatorio que era totalmente diferente al resto, y por ello era única y nos hacía únicos a nosotros, partícipes. No nos enseñaba la música como el resto, con solo teoría y exámenes. Nos escuchaba, nos tomaba en serio, aplicaba en las clases nuestras inquietudes, nos dejaba tocar instrumentos dejando fluir nuestra imaginación y talento, estábamos motivados, felices... y a ella solo le importaba que aprendiéramos. Y yo aprendí a amar la música, y aprendí toda una lección de vida. Esta es la educación que todos merecemos.
Me gustaría poder inculcar esto a mis alumnos y alumnas en un futuro cercano, espero. Digo en un futuro cercano porque aún no tengo mucha experiencia como profesora, por eso hablo como alumna y como futura profesora abierta y deseosa de un cambio.

Sé que se ha hablado sobre ello, pero con mi aportación invito a reflexionar sobre ello, ya que creo

que aún queda mucho por hacer, y juntos, será más fácil.

Comentarios

  1. "Tuve suerte", escribes, porque una profesora te enseñó que lo importante es aprender, el proceso, el camino, y no unas calificaciones basadas en la memorización vacía. Es una pena que esto dependa de la suerte y que no sea lo más común en nuestras escuelas, pero lo importante es también darse cuenta de ello y trabajar, como bien dices, juntos para que esto cambie.

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  2. Bego comparto tu reflexión, hay que cambiar, en el pasado la memorización te daba una ventaja competitiva en el mercado de trabajo, y en la vida en general, hoy día la memorización no tiene ninguna relevancia ya que tenemos acceso a todo el conocimiento producido en toda la historia de la humanidad a golpe de dedo en nuestro móvil. Las competencias que dan una ventaja competitiva del presente, son saber gestionar esa información, pero ¿Cuales serán las competencias del futuro? tendremos que estar alerta para adaptarnos cuando llegue el momento

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  3. "a ella solo le importaba que aprendiéramos. Y yo aprendí a amar la música, y aprendí toda una lección de vida. Esta es la educación que todos merecemos"
    Creo que a casi todos los profesores les importa que sus alumnos aprendan, lo que pasa es que no todos tienen la capacidad de transmitirlo. Formación es la palabra clave, los profesores necesitan FORMACIÓN , porque nuestra profesión es muy compleja, necesitamos saber mucho de nuestra área y saber mucho de pedagogía. Las habilidades sociales son fundamentales y el amor por la profesión. Las oposiciones deberían primar este aspecto y no lo hacen, y lo que es más grave, no hay revisión ni evaluación de nuestro trabajo.

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