IKER MARTÍNEZ DE LA FUENTE
Cada vez parece mas evidente que el presente en el que nos encontramos es el inicio de un nuevo periodo histórico, que
quedo iniciado hace unas pocas décadas por el desencadenante de la aparición
fulgurante de la tecnología y su evidente arraigamiento en la vida de todos los
componentes de la sociedad, y que claramente este periodo tendrá como epicentro
las tecnologías.
Hasta
el momento, todos los cambios que se han dado en la educación desde finales del
siglo XIX han sido meramente superficiales, vestimentas
que han servido para cambiar la primera apariencia de una educación que en su
cuerpo se mantiene intacta. En esta, siguen primando los mecanismos tradicionales,
en el que el dueño de la educación no es más que la capa social de mayor poder
adquisitivo y que se mueve por las altas esferas. Los modelos educativos se
caracterizan por una jerarquización inversamente igualitaria; es decir, se
caracterizan por una jerarquía eminentemente vertical en el que la máxima
autoridad es el educador, y el educando no es más que un simple receptor de
contenidos estériles, vanos.
Esto
último genera cuanto menos un proceso totalmente mecánico, con una figura
dictatorial que emite “conocimiento” de forma intranscendente y en que el
receptor lo engulle de forma memorística, de tal modo en el que no perdurará
más allá de la prueba que indique si has fallado en gran medida o menor medida
o de un examen de alto impacto. Un conocimiento que en ningún caso será
significativo para el receptor, por lo que se difuminará con el paso del tiempo
y no marcará en la propia persona. Es una educación que, desde luego,
identifica más a los estudiantes por los fallos y los fracasos que por los
aciertos y éxitos. De una forma más escueta se podría identificar esta
educación como una inhabilitación del carácter crítico, autonomía, empoderamiento
y de la democratización.
Además,
la presencia tecnológica no termina de ser el medio de salir de esta pedagogía
lastrante. Como generalidad, las perspectivas que intentan tomar fuerza en la
idea de la inclusión tecnológica en la educación, tiene una perspectiva
claramente tecnocentrista, la cual ubica como elemento pivotante la tecnología
y la metodología, contenidos, objetivos y demás contenidos educativos rotando
entorno a ella. Esta perspectiva no hace más que entorpecer el camino hacia una
pedagogía crítica, basada en la autonomía y
pensamiento crítico. El cambio no reside en una cuestión tecnológica,
sino de modelos pedagógicos y la evidencia de la mejora educativa e innovadora
se puede hacer con los medios tecnológicos antiguos y también la educación
antigua se puede hacer educación antigua con tecnología innovadora.
Ahora bien, ¿viendo y siendo plenamente conscientes de que esto es así, que se puede hacer?¿Está el cambio en nuestras manos?
El
punto de inflexión para realizar el cambio hacia una pedagogía crítica, reside
primeramente en uno mismo y en su función social. Los educadores tienen un
desempeño público que es esencial para dotar a los nuevos integrantes sociales
de nuevas herramientas de empoderamiento y de pensamiento crítico. A raíz de
esto, los educadores son los potenciales primeros radicadores del cambio. El cuerpo docente debe tener la consideración
de intelectual social y mediador del cambio. Desde uno mismo se debe promover
unos nuevos espacios de aprendizaje, de creación, de inspiración… que facilite
la adquisición de competencias y conocimientos que verdaderamente pueden ser
objeto del giro copernicano que se propone.
Si
de verdad se quiere y se pretende no ser cómplice de ser continuista de un
sistema decadente y opresor, y formar un alumnado socialmente responsable,
ciudadanos cívicamente comprometidos, hay que establecer una educación que
integre el conocimiento y las prácticas que involucren a los educandos, que
promuevan las relaciones sociales, los valores y la libertad de expresión.
Solamente así, los educadores conduciremos es cambio que empieza en uno mismo y
que desemboca en una pedagogía que proporciona a los alumnos la capacidad para
desarrollar una visión crítica propia, apoderándoles de voz y participación en
su propio aprendizaje.
Escribes unas cuantas realidades que nos encontramos cada día, Iker. Bajo mi punto de vista, somos muchos los que compartimos la misma opinión, los que somos capaces de ver que algo no funciona, que queremos cambiar las cosas, pero muchas veces nos puede el miedo de no saber cómo iniciar el camino. Conocemos la teoría, porque nos la cuentan y porque la podemos leer y analizar, pero nos faltan experiencias, conocimientos prácticos. Por ello es que a veces simplemente decidimos hacer una mínimo cambio y dejar la verdadera revolución para el curso siguiente, y así pasan los años...
ResponderEliminarDesde luego, tenemos que hacernos fuertes, mirar la realidad a la cara y transformarla!!!!!!!
ResponderEliminarEstoy de acuerdo con Mónica y creo que describes bastantes realidades que a menudo se encuentran en el día a día de los procesos de enseñanza-aprendizaje del sistema educativo actual. Estamos ya bien entrados en el siglo XXI y se siguen utilizando en numerosas ocasiones metodologías propias del siglo XIX y de la sociedad industrial. Estas metodologías quizás si eran más aptas para esta sociedad basada en la industria en la que la jerarquización estaba fuertemente marcada. Ya acostumbraban o entrenaban a los niños en el colegio a tener frente a ellos a una figura autoritaria a la que no había opción a rebatirle nada, ya que era la máxima autoridad. También se les acostumbraba a unos horarios rígidos y unos toques de sirena iguales a los que se iban a encontrar en las fábricas, a las que inevitablemente estaban destinados a ir. Sin embargo todo esto hoy en día no tiene sentido ya que la sociedad no requiere individuos entrenados para este sistema productivo. Incluso si concebieramos la educación como una simple herramienta al servicio del mercado esto no tendría sentido, ya que no vivimos en la sociedad industrial. Hoy en día se necesita potenciar la creatividad, el trabajo en equipo y por supuesto el pensamiento crítico y los valores éticos que favorezcan el crecimiento personal y la participación activa en la sociedad.
ResponderEliminarEs cierto que lo describes pasa hoy en día en numerosas ocasiones pero por suerte, parece que se acerca una oleada de nuevos (y también viejos) profesionales que apuestan por una nueva educación. Esperemos que esto se extienda a todo el sistema educativo lo antes posible.